¿Por qué el Hombre Elefante sigue asombrándonos tras
tantos años? Desde luego su fama no se la debe ni al cine ni al teatro,
pues ya en vida fue una leyenda y un ejemplo para el resto de los
mortales. Merrick nos enseñó que pese a su horripilante aspecto físico
el interior humano es lo más importante.
Y que el esfuerzo personal, la dedicación y el respeto a los semejantes
son pautas que debemos seguir para comprendernos unos a otros.
Joseph Carey Merrick nació el 5 de agosto de 1860 en Lee Street,
Leicester. En el momento de nacer fue un bebe normal, sólo comenzaron a
desarrollarse extraños bultos y tumores a la edad de 5 años. Acudió a
la escuela hasta los 11 o 12 años de edad. En esa época murió su
protectora madre a la que adoraba. El padre volvió a casarse.
Su nueva madre y hermanos no lo admitieron con facilidad, así que
Merrick se fugo de casa. Sólo volvió tras ser localizado por su padre y
convencido de que no le abandonaría nunca.
En los siguientes meses su tío, hermano del padre, fue su mejor amigo.
A los 13 años consiguió un empleo en una fabrica de puros. Allí
permaneció dos años hasta que la deformidad de su gigantesca mano
derecha le impidió seguir liando las hojas de tabaco.
La mujer de su padre le hizo pasar malos tragos cuando faltó el dinero
que aportaba a la familia, así de Merrick intentó conseguir trabajo
como pregonero de mercancías. Ya en esa época su deformidad era tal que
la gente no le escuchaba, sino que lo rodeaba horrorizados por aquel
ser deforme.
Los médicos de la enfermería de Leicester intentaron ayudarle, aunque
sus operaciones y tratamientos sólo resultaron un martirio. Allí
permaneció cerca de tres años. Constantemente la gente quería verlo,
entonces a Merrick se le ocurrió la idea de cobrar por exhibirse.
Escribió a Sam Torr, un director de circo que buscaba novedades para
mostrar en su pista. Nada más lo vio comprendió el gran negocio que
significaba Merrick. Torr le buscó una habitación en la Posada de la
Colmena, propiedad de su amigo Ellis, quien lo trató con aprecio y
simpatía. Durante ese tiempo Merrick fue feliz, pues, según sus propias
palabras: “Ahora estoy cómodo con lo que antes era incómodo para mí”.
El siguiente giro a su vida sería protagonizado, en 1884, por un médico
de cierta fama en aquel tiempo. Su nombre era Frederick Treves, un
cirujano del Hospital de Londres muy interesado por las deformidades
humanas.
Un día, un colega suyo, el doctor Tuckett, le recomendó que no se
perdiera la exhibición del Hombre Elefante que por esos días se
encontraba en la capital actuando en el circo de Tom Normon. Visitó la
“exhibición de monstruos” pero llegó tarde y habían cerrado. Por esas
raras casualidades de la vida, Treves coincidió con Normon en una
taberna cercana.
El cirujano había visto muchas deformidades en durante su carrera como
médico, pero el Hombre Elefante le impresionó y repugnó al mismo
tiempo, haciéndole escribir en su diario: “Es el espécimen más
repugnante de la humanidad, degradó y pervirtió en su forma”. Su
profesionalidad superó su repulsión y lo invitó al hospital donde
quería analizar sus malformaciones.
En este punto se produjo un aparente hecho insignificante que cambió la
vida me Merrick; Treves le dio una tarjeta personal para que no le
pusieran impedimentos cuando fuera al hospital.
Tras realizar toda clase de exámenes médicos Traves llevó a cabo una
conferencia en la Sociedad Patológica de Londres apoyado por sus fotos
y notas, intentando conseguir un diagnóstico. Nadie pudo explicar el
origen de las terribles deformidades. Merrick fue tachado de incurable
y abandonó el hospital.
Dos años más tarde el Hombre Elefante viajó a Bélgica, pero su
exhibición fue prohibida por las autoridades. No siendo de ningún valor
para el circo fue enviado de nuevo a Inglaterra. Poco se sabe de esta
fase de su vida. Sumido en la desesperación y una profunda depresión
reapareció en la estación de Liverpool. La policía no comprendía sus
palabras y estuvieron apunto de enviarlo para ser internado como loco,
pero entonces Merrick mostró la tarjeta personal del doctor Treves.
Cuando el médico lo vio su aspecto era lamentable y su estado emocional
cercano a la auténtica locura. Merrick comenzó a llorar; aquello
desconcertó a Treves, el monstruo tenía sentimientos. Pronto, más
calmado y acomodado en el ático del Hospital de Londrés, empezó a
hablar con su protector, quien quedó impresionado por la afable e
inteligente personalidad de aquel ser de físico deformado por la
naturaleza.
Treves, junto a su amigo Carr Gromm, publicaron un artículo en el Times
pidiendo ayuda y donaciones para el cuidado de Merrick. El auxilio
comenzó a llover de todos lados. Muy pronto creció una profunda amistad
entre el Hombre Elefante y el médico. Merrick deseaba ir a un hospicio
para ciegos donde nadie podría ver sus deformidades.
Sin embargo, en diciembre de 1886 Merrick pudo disponer de su propia
casa en las cercanías del Hospital. Allí su mente pudo por fin
descansar dedicándose a la lectura y a contestar una increíble cantidad
de cartas. Por la noche, cuando nadie le veía, el Hombre Elefante salía
fuera de la casa y paseaba solitario por los jardines.
Pese a todo Treves no estaba contento, sabía que su amigo necesitaba
hablar con otras personas, especialmente con mujeres que le apartaran
de médicos y científicos. Merrick adoraba al sexo contrario y sólo su
madre no había mostrado repugnancia al acercársele. Aquello era más
patente cada día, pues devoraba, una detrás de otra, las novelas
románticas.
Treves preparó una cita con una hermosa viuda. La mujer únicamente
tenía que darle la mano y sonreírle. Un plan aparentemente sencillo si
no fuera por el horroroso físico de su amigo. Cuando aquello sucedió
Merrick comenzó a llorar de emoción. Por primera vez una mujer que no
fuera su madre lo había tocado. La historia corrió pronto de boca en
boca y el Hombre Elefante comenzó a recibir visitas de muchas mujeres,
que deseaban conocer a aquel ser humano tan sensible. No faltó la flor
y nata de la nobleza, aunque la más famosa de todas ellas fue la
Princesa de Gales, quien le tomó por la mano y habló un buen rato con
él. Su visita se repitió en numerosas ocasiones. En una de ellas le
regalo una fotografía firmada.
Ese verano Merrick fue a vivir con el guardabosque local. Un hombre que
no se asustaba del aspecto de su invitado. Durante mes y medio fue el
ser más feliz sobre la tierra paseando y observando las plantas y
animales de la zona. De regreso a su casa de Londres la vida parecía
sonreírle al sentirse valorado y querido. Entonces ocurrió lo
inesperado. Una mañana fue encontrado muerto en su cama.
Por las notas de Treves los síntomas parecían de asfixia. Hoy al
examinarse el esqueleto la hipótesis más admitida es que se quedó
durmiendo sentado en la cama, su cabeza se inclinó de golpe
desnucándole.
¿Qué enfermedad padecía el Hombre Elefante?
El propio Merrick alentó la idea que durante un desfile de
animales del circo cercano su madre, estando embarazada de él, había
sido empujada por la muchedumbre cayendo bajo un elefante. El terror
que le causó la experiencia era el origen de sus deformidades. Esta
versión fue la que adoptaban los jefes de pista cuando lo presentaban
al público.
Durante años se ha supuesto que Merrick padeció neurofibromatosis, un
raro mal todavía conocido como la enfermedad de Hombre de Elefante. Se
trata de un desorden genético que afecta a uno de cada 4000 recién
nacidos. El primer problema para aceptar esta afirmación radica en
diversos síntomas muy concretos de la enfermedad que Merrick no tenía.
Recientemente, sin embargo, algunos médicos especulan sugiriendo que
Merrick padeció el síndrome de Proteus; más raro todavía y del que sólo
se conocen 100 casos en todo el mundo. Una extraña proliferación de las
células causa el crecimiento del hueso anormal en el cráneo y en varios
tejidos del cuerpo. Aunque, de nuevo, ningún caso conocido es tan
llamativo como el del Hombre Elefante. Esta enfermedad se descubrió a
finales de los años setenta y, debido a la falta de casos, quedan
muchos puntos por aclarar todavía.
Por impensable que nos parezca, nadie sabe con exactitud, después de
tantos años, diagnosticar el mal que deformó el cuerpo de Joseph Carey
Merrick.
Fuente: editorialbitacora.com
tantos años? Desde luego su fama no se la debe ni al cine ni al teatro,
pues ya en vida fue una leyenda y un ejemplo para el resto de los
mortales. Merrick nos enseñó que pese a su horripilante aspecto físico
el interior humano es lo más importante.
Y que el esfuerzo personal, la dedicación y el respeto a los semejantes
son pautas que debemos seguir para comprendernos unos a otros.
Joseph Carey Merrick nació el 5 de agosto de 1860 en Lee Street,
Leicester. En el momento de nacer fue un bebe normal, sólo comenzaron a
desarrollarse extraños bultos y tumores a la edad de 5 años. Acudió a
la escuela hasta los 11 o 12 años de edad. En esa época murió su
protectora madre a la que adoraba. El padre volvió a casarse.
Su nueva madre y hermanos no lo admitieron con facilidad, así que
Merrick se fugo de casa. Sólo volvió tras ser localizado por su padre y
convencido de que no le abandonaría nunca.
En los siguientes meses su tío, hermano del padre, fue su mejor amigo.
A los 13 años consiguió un empleo en una fabrica de puros. Allí
permaneció dos años hasta que la deformidad de su gigantesca mano
derecha le impidió seguir liando las hojas de tabaco.
La mujer de su padre le hizo pasar malos tragos cuando faltó el dinero
que aportaba a la familia, así de Merrick intentó conseguir trabajo
como pregonero de mercancías. Ya en esa época su deformidad era tal que
la gente no le escuchaba, sino que lo rodeaba horrorizados por aquel
ser deforme.
Los médicos de la enfermería de Leicester intentaron ayudarle, aunque
sus operaciones y tratamientos sólo resultaron un martirio. Allí
permaneció cerca de tres años. Constantemente la gente quería verlo,
entonces a Merrick se le ocurrió la idea de cobrar por exhibirse.
Escribió a Sam Torr, un director de circo que buscaba novedades para
mostrar en su pista. Nada más lo vio comprendió el gran negocio que
significaba Merrick. Torr le buscó una habitación en la Posada de la
Colmena, propiedad de su amigo Ellis, quien lo trató con aprecio y
simpatía. Durante ese tiempo Merrick fue feliz, pues, según sus propias
palabras: “Ahora estoy cómodo con lo que antes era incómodo para mí”.
El siguiente giro a su vida sería protagonizado, en 1884, por un médico
de cierta fama en aquel tiempo. Su nombre era Frederick Treves, un
cirujano del Hospital de Londres muy interesado por las deformidades
humanas.
Un día, un colega suyo, el doctor Tuckett, le recomendó que no se
perdiera la exhibición del Hombre Elefante que por esos días se
encontraba en la capital actuando en el circo de Tom Normon. Visitó la
“exhibición de monstruos” pero llegó tarde y habían cerrado. Por esas
raras casualidades de la vida, Treves coincidió con Normon en una
taberna cercana.
El cirujano había visto muchas deformidades en durante su carrera como
médico, pero el Hombre Elefante le impresionó y repugnó al mismo
tiempo, haciéndole escribir en su diario: “Es el espécimen más
repugnante de la humanidad, degradó y pervirtió en su forma”. Su
profesionalidad superó su repulsión y lo invitó al hospital donde
quería analizar sus malformaciones.
En este punto se produjo un aparente hecho insignificante que cambió la
vida me Merrick; Treves le dio una tarjeta personal para que no le
pusieran impedimentos cuando fuera al hospital.
Tras realizar toda clase de exámenes médicos Traves llevó a cabo una
conferencia en la Sociedad Patológica de Londres apoyado por sus fotos
y notas, intentando conseguir un diagnóstico. Nadie pudo explicar el
origen de las terribles deformidades. Merrick fue tachado de incurable
y abandonó el hospital.
Dos años más tarde el Hombre Elefante viajó a Bélgica, pero su
exhibición fue prohibida por las autoridades. No siendo de ningún valor
para el circo fue enviado de nuevo a Inglaterra. Poco se sabe de esta
fase de su vida. Sumido en la desesperación y una profunda depresión
reapareció en la estación de Liverpool. La policía no comprendía sus
palabras y estuvieron apunto de enviarlo para ser internado como loco,
pero entonces Merrick mostró la tarjeta personal del doctor Treves.
Cuando el médico lo vio su aspecto era lamentable y su estado emocional
cercano a la auténtica locura. Merrick comenzó a llorar; aquello
desconcertó a Treves, el monstruo tenía sentimientos. Pronto, más
calmado y acomodado en el ático del Hospital de Londrés, empezó a
hablar con su protector, quien quedó impresionado por la afable e
inteligente personalidad de aquel ser de físico deformado por la
naturaleza.
Treves, junto a su amigo Carr Gromm, publicaron un artículo en el Times
pidiendo ayuda y donaciones para el cuidado de Merrick. El auxilio
comenzó a llover de todos lados. Muy pronto creció una profunda amistad
entre el Hombre Elefante y el médico. Merrick deseaba ir a un hospicio
para ciegos donde nadie podría ver sus deformidades.
Sin embargo, en diciembre de 1886 Merrick pudo disponer de su propia
casa en las cercanías del Hospital. Allí su mente pudo por fin
descansar dedicándose a la lectura y a contestar una increíble cantidad
de cartas. Por la noche, cuando nadie le veía, el Hombre Elefante salía
fuera de la casa y paseaba solitario por los jardines.
Pese a todo Treves no estaba contento, sabía que su amigo necesitaba
hablar con otras personas, especialmente con mujeres que le apartaran
de médicos y científicos. Merrick adoraba al sexo contrario y sólo su
madre no había mostrado repugnancia al acercársele. Aquello era más
patente cada día, pues devoraba, una detrás de otra, las novelas
románticas.
Treves preparó una cita con una hermosa viuda. La mujer únicamente
tenía que darle la mano y sonreírle. Un plan aparentemente sencillo si
no fuera por el horroroso físico de su amigo. Cuando aquello sucedió
Merrick comenzó a llorar de emoción. Por primera vez una mujer que no
fuera su madre lo había tocado. La historia corrió pronto de boca en
boca y el Hombre Elefante comenzó a recibir visitas de muchas mujeres,
que deseaban conocer a aquel ser humano tan sensible. No faltó la flor
y nata de la nobleza, aunque la más famosa de todas ellas fue la
Princesa de Gales, quien le tomó por la mano y habló un buen rato con
él. Su visita se repitió en numerosas ocasiones. En una de ellas le
regalo una fotografía firmada.
Ese verano Merrick fue a vivir con el guardabosque local. Un hombre que
no se asustaba del aspecto de su invitado. Durante mes y medio fue el
ser más feliz sobre la tierra paseando y observando las plantas y
animales de la zona. De regreso a su casa de Londres la vida parecía
sonreírle al sentirse valorado y querido. Entonces ocurrió lo
inesperado. Una mañana fue encontrado muerto en su cama.
Por las notas de Treves los síntomas parecían de asfixia. Hoy al
examinarse el esqueleto la hipótesis más admitida es que se quedó
durmiendo sentado en la cama, su cabeza se inclinó de golpe
desnucándole.
¿Qué enfermedad padecía el Hombre Elefante?
El propio Merrick alentó la idea que durante un desfile de
animales del circo cercano su madre, estando embarazada de él, había
sido empujada por la muchedumbre cayendo bajo un elefante. El terror
que le causó la experiencia era el origen de sus deformidades. Esta
versión fue la que adoptaban los jefes de pista cuando lo presentaban
al público.
Durante años se ha supuesto que Merrick padeció neurofibromatosis, un
raro mal todavía conocido como la enfermedad de Hombre de Elefante. Se
trata de un desorden genético que afecta a uno de cada 4000 recién
nacidos. El primer problema para aceptar esta afirmación radica en
diversos síntomas muy concretos de la enfermedad que Merrick no tenía.
Recientemente, sin embargo, algunos médicos especulan sugiriendo que
Merrick padeció el síndrome de Proteus; más raro todavía y del que sólo
se conocen 100 casos en todo el mundo. Una extraña proliferación de las
células causa el crecimiento del hueso anormal en el cráneo y en varios
tejidos del cuerpo. Aunque, de nuevo, ningún caso conocido es tan
llamativo como el del Hombre Elefante. Esta enfermedad se descubrió a
finales de los años setenta y, debido a la falta de casos, quedan
muchos puntos por aclarar todavía.
Por impensable que nos parezca, nadie sabe con exactitud, después de
tantos años, diagnosticar el mal que deformó el cuerpo de Joseph Carey
Merrick.
Fuente: editorialbitacora.com