Existen innumerables categorías dentro del mundo de los videojuegos que dividen y clasifican todos y cada uno de los productos que azotan continuamente nuestras estanterías y que luchan, virtualmente, para ser los primeros en los que gastemos nuestros euros. Juegos hay, ha habido y habrá de mil y un tipos y de mil y un géneros distintos. Shooters, RPGs, Aventuras, Estrategia, Simuladores, Puzzle… Para mayores y para menores de 18 años. Casual y hardcore. Bonitos y feos. Pero básicamente existen dos grandes subtipos que agrupan a los verdaderamente importantes: los que divierten y los que no. Gears of War 2 es de los primeros.
A partir de ahí, podremos argumentar a favor y en contra de la aparición de esta segunda parte de una de las mayores y mejores sorpresas de hace ahora dos años y, al tiempo, reflexionar si merece mejor llamarla secuela o tal vez ‘amplia expansión’. Podremos discutir los añadidos que incluye, la calidad de su aspecto técnico y sonoro, las horas de juego de su campaña principal y los modos multijugador incorporados en el disco. Pero no habrá ninguna duda con el hecho de que estamos ante un título que, cuando te pilla, te engancha. Y no te suelta.
Gears of War trajo savia nueva al género de los disparos en tercera / primera persona, algo que el hoy archifamoso Cliff B. (la cara más visible de Epic Games), se ha encargado de recordarnos muy a menudo: un estilo completamente novedoso, una ambientación muy particular, cierta fuerza narrativa, tremendamente impactante a nivel visual y, en definitiva, situó el listón de forma que el resto de shooters del mercado, forzosamente, se midieran con él. Se convirtió en la referencia, lo que los americanos llaman “el benchmark”, de los Third Person Shooters. Esta segunda parte mantiene intacto ese espíritu.
Los Gears
Un breve repaso por la historia, por si uno no ha pasado por la primera parte: la ciencia descubre una nueva forma de combustible para sustituir las fuentes energéticas actuales lo que provoca, lógicamente, una guerra mundial por el control de la llamada “emulsión”, la llamada Guerra del Péndulo. Alrededor de una cuarta parte de la población es diezmada y, aprovechando esta circunstancia de debilidad global, una raza oculta en las profundidades aprovecha para salir a escena y apoderarse de la mayor parte del planeta Sera.
La Horda Locust, una raza agresiva (y muy fea) capitaneada por el General RAAM, se apodera de los principales núcleos urbanos e impide cualquier intento de contraataque humano. Pero no está todo perdido, y ahí entramos nosotros; rescatados de una celda por nuestros viejos colegas, emprendemos una misión con nuestro escuadrón Delta para desvelar la red de túneles que los enemigos usan para sus idas y venidas y, ya de paso, poner una bomba de las grandes para acabar con ellos y matar dos pájaros de un tiro. Nada menos que todo eso pudimos vivir en nuestro primer GOW.
Hoy, todavía como miembro de los COG, volvemos a interpretar el papel de Marcus Fenix, un Gear duro y entrenado como los de antes, en esta nueva aventura. Porque los Locust no han dicho ni mucho menos su última palabra y se ven capaces de aniquilar la raza humana de una vez por todas con más ingenio del que se les supone. Por ese motivo, y para evitar la exterminación, desde Jacinto, la última ciudad - refugio, bastión y centro neurálgico de la esperanza humana después del misterioso hundimiento de las bases de Tollen y Montenevado-, hemos recibido una orden final: atacar. Con todo lo que tengamos. Y que sea lo que Dios quiera. Así comienza esta misión en el día más decisivo de la humanidad. Ofensiva a vida o muerte.
A partir de ahí, podremos argumentar a favor y en contra de la aparición de esta segunda parte de una de las mayores y mejores sorpresas de hace ahora dos años y, al tiempo, reflexionar si merece mejor llamarla secuela o tal vez ‘amplia expansión’. Podremos discutir los añadidos que incluye, la calidad de su aspecto técnico y sonoro, las horas de juego de su campaña principal y los modos multijugador incorporados en el disco. Pero no habrá ninguna duda con el hecho de que estamos ante un título que, cuando te pilla, te engancha. Y no te suelta.
Gears of War trajo savia nueva al género de los disparos en tercera / primera persona, algo que el hoy archifamoso Cliff B. (la cara más visible de Epic Games), se ha encargado de recordarnos muy a menudo: un estilo completamente novedoso, una ambientación muy particular, cierta fuerza narrativa, tremendamente impactante a nivel visual y, en definitiva, situó el listón de forma que el resto de shooters del mercado, forzosamente, se midieran con él. Se convirtió en la referencia, lo que los americanos llaman “el benchmark”, de los Third Person Shooters. Esta segunda parte mantiene intacto ese espíritu.
Los Gears
Un breve repaso por la historia, por si uno no ha pasado por la primera parte: la ciencia descubre una nueva forma de combustible para sustituir las fuentes energéticas actuales lo que provoca, lógicamente, una guerra mundial por el control de la llamada “emulsión”, la llamada Guerra del Péndulo. Alrededor de una cuarta parte de la población es diezmada y, aprovechando esta circunstancia de debilidad global, una raza oculta en las profundidades aprovecha para salir a escena y apoderarse de la mayor parte del planeta Sera.
La Horda Locust, una raza agresiva (y muy fea) capitaneada por el General RAAM, se apodera de los principales núcleos urbanos e impide cualquier intento de contraataque humano. Pero no está todo perdido, y ahí entramos nosotros; rescatados de una celda por nuestros viejos colegas, emprendemos una misión con nuestro escuadrón Delta para desvelar la red de túneles que los enemigos usan para sus idas y venidas y, ya de paso, poner una bomba de las grandes para acabar con ellos y matar dos pájaros de un tiro. Nada menos que todo eso pudimos vivir en nuestro primer GOW.
Hoy, todavía como miembro de los COG, volvemos a interpretar el papel de Marcus Fenix, un Gear duro y entrenado como los de antes, en esta nueva aventura. Porque los Locust no han dicho ni mucho menos su última palabra y se ven capaces de aniquilar la raza humana de una vez por todas con más ingenio del que se les supone. Por ese motivo, y para evitar la exterminación, desde Jacinto, la última ciudad - refugio, bastión y centro neurálgico de la esperanza humana después del misterioso hundimiento de las bases de Tollen y Montenevado-, hemos recibido una orden final: atacar. Con todo lo que tengamos. Y que sea lo que Dios quiera. Así comienza esta misión en el día más decisivo de la humanidad. Ofensiva a vida o muerte.